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Menorca: redescubriendo un paraíso al lado de casa

    La hermana pequeña de Mallorca es uno de los lugares de destino que goza de más connotación paradisíaca en nuestra geografía. Contando con una apasionante historia, calas a las que ninguna postal haría justicia y un pulso artístico y vital apasionantemente vivos, Menorca sólo puede vivirse. Eso sí, armándose de espíritu aventurero para recorrer cada uno de sus rincones secretos.

    Un paraíso al lado de casa

    A pesar de las restricciones y de cierta ausencia de expectativas de viaje que nos induce la actual situación pandémica, nunca es mal momento para planear una escapada con la que poder celebrar el fin de la incertidumbre. En España, uno de los lugares más concurridos durante las vacaciones es Menorca, isla del archipiélago de las Islas Baleares. Aunque su escenografía paisajística no diste tanto de la de su hermana mayor, Mallorca, esta isla de 692km2 se caracteriza por constituir uno de los entornos más paradisíacos de nuestra geografía alcanzable. Además, dotada de una naturaleza prácticamente virginal, se trata de un lugar de destino, más que para visitar, todavía por redescubrir.

    Como bien atestigua la población isleña de cualquier rincón del mundo, especialmente la juventud, indagar en los secretos de una isla no requiere necesariamente de mucha planificación, pero sí depende de ciertos factores a tener en cuenta. A fin de agilizar los desplazamientos y gozar de suficiente autonomía, recomendamos cochesmenorca.es para alquilar un buen vehículo y poder disfrutar de Menorca con total libertad. Muchos de sus rincones más maravillosos no tienen acceso por carretera, pero un medio de transporte sí puede dejarnos suficientemente cerca como para abordar el lugar incluso con más emoción. Porque, a menudo, es precisamente aquel lugar que más cerca se halla de nosotros el que mayor fantasía puede poseer.

    La invisibilidad del patrimonio autóctono

    La invisibilidad del patrimonio autóctono, sobre todo el más cercano, es un hecho. En cualquier parte del mundo encontraremos lugareños que, a pesar de vivir justo al lado de un magnífico monumento o una asombrosa cala, apenas se han acercado a nunca a saborear dicha propiedad patrimonial. Tomando un ejemplo bajo el que puede jurar cualquier residente de Barcelona, es el caso de los barceloneses y la catedral de la Sagrada Familia, apenas concurrida por sus vecinos. Aunque se trate de una maravilla de la arquitectura modernista en manos de la leyenda Antoni Gaudí, acaba por ser una construcción que pasa desafortunadamente desapercibida para los autóctonos.

    Un caso similar acontece con las islas circundantes de la Península. A pesar de su increíble proximidad, muchos viajeros apuestan por viajar a islas más lejanas esperando encontrar un paraíso que, paradójicamente, también está cerca de nosotros. Algunos turistas de Menorca arriban a la isla de rebote, bien porque no han podido costear un viaje a tierras más exóticas, bien porque pretendían visitar Mallorca y se quedaron sin billete debido a la masificación turística. Sin embargo, todos ellos han vuelto con ganas de más, barnizados por el placer culpable que es, al fin, haber vivido la fantasía de un lugar tan al abasto.

    Menorca: de cala Turqueta a la Naveta Des Tudons

    Como todo paraíso que se precie, sobre todo para los amantes de la naturaleza, Menorca posee esa combinación de autenticidades que tanto alcanza la grandeza montañera como la plenitud marítima. Des del Monte Toro, el punto más alto de la isla y ubicación privilegiada para contemplar todo su territorio, hasta cala Turqueta, Galdana, Macarella y otras aguas cristalinas que poco perderían en una competición contra toda postal arquetípica de una isla caribeña. Y, eso, sin mencionar el pulso vivo de las ciudades de Maó o Ciutadella, contando con bonitos puertos, unas vistas que vivir al atardecer y centenares de restaurantes de gran categoría.

    Pero, además, Menorca goza de tal riqueza que los vestigios de su historia son un eco que todavía hoy asombra por su cualidad de únicos. Ejemplo de ello es la Naveta Des Tudons, un monumento prehistórico que es también el edificio más antiguo de Europa o el pueblo de Binibeca, cuya arquitectura blanca y redondeada, con casas vertebradas como cuevas, es un parque de atracciones para el asombro. Del mismo modo que lo es visitar un paisaje de su historia militar en la Fortaleza de la Mola, contando con hasta 10 frentes de combate de gran importancia durante el asedio británico del siglo XIX. En definitiva, pura maravilla.

    La poesía hecha isla

    Como se ha mencionado, algunos viajes no requieren de una gran planificación para asegurar su disfrute. A menudo, basta con dejarse llevar por lo que pida el cuerpo, contando con libertad y autonomía de movimiento para explotar lo máximo posible las delicias del lugar. Por supuesto, y aunque un vehículo nos permita esa mayor holgura para movernos, tampoco debemos destacar opciones como el senderismo, el cicloturismo o incluso alquilar un barco para disfrutar de Menorca de un modo distinto, bajo puntos de vista únicos e irremplazables.

    En el ámbito cultural, además, cabe destacar que durante los últimos años el conjunto de las Islas Baleares ha visto nacer todo tipo de artistas de nivel que recorren un catálogo de disciplinas que va desde la poesía hasta la música y la pintura. Una opción incontestable para conocer su gente es asistir a algunos de sus eventos artísticos, tales como recitales musicales o poéticos, para empaparse de su esencia más folklórica. Porque Menorca, así como su fauna y flora engloba una ejemplificación del mundo mediterráneo, es también un suspiro de todas nuestras vidas.

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